La escoliosis es una deformidad de la columna vertebral que afecta, principalmente, a adolescentes durante su crecimiento. Descubre sus causas, cómo detectarla a tiempo y qué opciones de tratamiento existen.
La escoliosis es una deformidad tridimensional de la columna vertebral que se caracteriza por una curvatura lateral anormal, habitualmente en forma de "S" o "C", acompañada de rotación vertebral. Imagina la columna vertebral como el mástil central de un barco que, en lugar de mantenerse perfectamente vertical, se curva hacia un lado mientras también gira sobre su propio eje, alterando toda la arquitectura corporal. Esta patología va más allá de un simple problema estético, ya que puede afectar a la función respiratoria, la postura y la calidad de vida del paciente, siendo especialmente relevante durante los periodos de crecimiento rápido en la adolescencia.
Factores no controlables
Factores controlables
Los datos epidemiológicos españoles muestran que afecta al 2-3% de los adolescentes entre 10-16 años, siendo especialmente frecuente en chicas entre los 12-14 años durante el pico de crecimiento.
La escoliosis en sus estadios iniciales suele ser asintomática, manifestándose principalmente como alteraciones posturales visibles. Los signos más frecuentes incluyen asimetría de hombros, con uno más elevado que el otro, prominencia de omóplato unilateral, desnivelación de cadera y asimetría del contorno de cintura. Durante la flexión anterior (test de Adams), se observa una giba costal o prominencia dorsal unilateral característica.
El dolor no es típico en adolescentes, pero puede aparecer en adultos con escoliosis degenerativa, junto con fatiga muscular, contracturas y ocasionalmente limitación respiratoria en casos severos. La deformidad progresiva puede generar impacto psicológico significativo, especialmente en la autoimagen corporal durante la adolescencia.
El diagnóstico se inicia con una anamnesis completa que incluya antecedentes familiares, edad de aparición y velocidad de progresión. La exploración física sistemática comprende la inspección postural en bipedestación, evaluando simetría de hombros, escápulas y pelvis, seguida del test de Adams para detectar rotación vertebral mediante escoliómetro.
La radiografía simple en bipedestación constituye el gold standard diagnóstico, con proyecciones anteroposterior y lateral que permiten medir el ángulo de Cobb para cuantificar la severidad. Se considera escoliosis cuando el ángulo supera los 10 grados. En pacientes en crecimiento se realizan controles radiológicos cada 4-6 meses para evaluar progresión.
La resonancia magnética se reserva para casos con sospecha de patología subyacente (dolor atípico, signos neurológicos, escoliosis de aparición precoz) para descartar malformaciones medulares, tumores o siringomielia. Los estudios de madurez esquelética mediante radiografía de mano (test de Risser) ayudan a predecir el potencial de progresión.
El tratamiento de la escoliosis busca prevenir la progresión de la curvatura, mejorar la función y la apariencia, y mantener la calidad de vida del paciente. La estrategia terapéutica se individualiza según la edad, madurez esquelética, magnitud de la curva y potencial de progresión.
La observación constituye el manejo inicial para curvas leves menores de 25 grados en pacientes con baja probabilidad de progresión. Este enfoque incluye controles clínicos y radiológicos periódicos cada 4-6 meses durante el crecimiento activo, educación familiar sobre signos de progresión y promoción de actividad física general. Las guías clínicas internacionales respaldan esta estrategia como evidencia de nivel I para curvas estables menores de 25 grados. La duración del seguimiento se extiende hasta la madurez esquelética, momento en que el riesgo de progresión disminuye significativamente. No presenta contraindicaciones, aunque requiere adherencia familiar al seguimiento y capacidad de detección precoz de cambios.
Los ejercicios específicos para escoliosis, especialmente el método Schroth, constituyen un tratamiento activo que busca la corrección tridimensional mediante técnicas de autocorrección, respiración dirigida y estabilización muscular. Este enfoque utiliza ejercicios personalizados según el patrón de curvatura, trabajando elongación axial, deflexión lateral y destorsión vertebral a través de patrones respiratorios específicos. La evidencia científica demuestra reducción del riesgo de progresión en curvas menores de 25 grados durante el crecimiento activo. El programa típico requiere sesiones supervisadas 2-3 veces por semana durante 4-6 meses iniciales, seguido de programa domiciliario diario de por vida. No presenta contraindicaciones significativas, siendo especialmente beneficioso cuando se combina con otras modalidades terapéuticas como el corsé ortopédico.
El corsé ortopédico representa el tratamiento de referencia para curvas moderadas de 20-45 grados en pacientes esqueléticamente inmaduros con potencial de crecimiento restante. Los modelos más utilizados incluyen el corsé de Boston y Chêneau, este último combinado específicamente con fisioterapia Schroth para potenciar los resultados correctivos. La evidencia de nivel I demuestra reducción del 68% en el riesgo de progresión quirúrgica cuando se usa correctamente, con recomendación de 18-23 horas diarias de uso. La duración del tratamiento se extiende hasta la madurez esquelética (típicamente 2-4 años), requiriendo ajustes periódicos según el crecimiento. Las contraindicaciones incluyen curvas superiores a 45-50 grados, mientras que los efectos secundarios pueden incluir molestias iniciales, problemas cutáneos y ocasionalmente impacto psicológico que requiere soporte multidisciplinar.
La cirugía se indica en curvas superiores a 45-50 grados con progresión documentada, deformidades severas con impacto funcional o casos con dolor intratable en adultos. Las técnicas incluyen fusión espinal posterior con instrumentación (método más frecuente), técnicas sin fusión como VBT en pacientes seleccionados, y barras de crecimiento en escoliosis de inicio precoz. La evidencia muestra tasas de éxito superiores al 90% en corrección y satisfacción del paciente. El proceso quirúrgico típico requiere hospitalización de 4-7 días, seguido de rehabilitación progresiva durante 3-6 meses hasta retorno completo a actividades. Las contraindicaciones incluyen riesgo anestésico elevado, infección activa o expectativas irreales, mientras que las complicaciones pueden incluir sangrado, infección o problemas de instrumentación en menos del 5% de casos.
La integración de estas modalidades permite un abordaje personalizado donde casos leves se benefician de ejercicios específicos y observación, curvas moderadas responden al corsé combinado con fisioterapia Schroth, y casos severos requieren corrección quirúrgica seguida de rehabilitación especializada.
El pronóstico de la escoliosis es generalmente favorable cuando se detecta y trata precozmente, especialmente durante la adolescencia cuando las opciones terapéuticas conservadoras son más efectivas. La mayoría de curvas leves (menores de 25 grados) permanecen estables o progresan mínimamente hasta la madurez esquelética, mientras que las curvas moderadas tratadas con corsé tienen una probabilidad del 68% de evitar la cirugía según estudios prospectivos.
Los factores que favorecen un pronóstico excelente incluyen el diagnóstico antes de los 12 años, curvas menores de 30 grados al inicio del tratamiento, buena adherencia al corsé cuando está indicado, práctica regular de ejercicios específicos tipo Schroth, y seguimiento médico continuado hasta la madurez esquelética. Por el contrario, las complicaciones a largo plazo pueden incluir progresión hacia cirugía en curvas no tratadas adecuadamente, dolor crónico lumbar en la edad adulta, alteraciones respiratorias en deformidades torácicas severas, y ocasionalmente impacto psicosocial relacionado con la autoimagen corporal.
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