

Todo lo que debes saber sobre los esguinces. ¿Cómo se curan? ¿Hay que vendarlos? ¿Se pueden operar? Despejamos todas las dudas.
Un esguince es una lesión en los ligamentos que ocurre cuando estos tejidos conectivos se estiran, desgarran o rompen debido a un movimiento brusco, una torsión o una carga excesiva sobre la articulación. Los ligamentos son bandas resistentes y flexibles de tejido fibroso que conectan los huesos entre sí, proporcionando estabilidad a las articulaciones y limitando los movimientos extremos.
Para entenderlo mejor, imagina los ligamentos como las cuerdas resistentes que mantienen unidas las piezas de un puente colgante: cuando el viento (una fuerza externa) sopla con demasiada intensidad o en un ángulo inadecuado, estas cuerdas pueden tensarse en exceso, fibrilarse o incluso romperse, comprometiendo la estabilidad de toda la estructura.
Esta lesión representa una de las consultas más frecuentes en los servicios de urgencias y atención primaria, con una incidencia estimada de 2,15 esguinces por cada 1.000 personas al año en la población general. El esguince de tobillo es, con diferencia, el más común, afectando al ligamento lateral externo en más del 85% de los casos. Le siguen en frecuencia los esguinces de muñeca, rodilla, pulgar y dedos.
Los esguinces pueden afectar a cualquier persona, independientemente de su edad o nivel de actividad física, aunque existen factores que aumentan significativamente el riesgo de sufrir esta lesión. Es fundamental distinguir entre factores controlables y no controlables para poder trabajar en la prevención.
Factores no controlables:
La edad influye de manera importante en la susceptibilidad a los esguinces. El pico de incidencia en mujeres ocurre entre los diez y catorce años (5,4 por 1.000 personas al año), mientras que en hombres se sitúa entre los quince y diecinueve años (8,9 por 1.000 personas al año). En personas mayores, la pérdida progresiva de masa muscular, la disminución de la resistencia ósea y la mayor rigidez articular incrementan la vulnerabilidad.
Existe también una predisposición anatómica individual. Algunas personas presentan ligamentos constitutivamente más laxos (hiperlaxitud ligamentosa), lo que las hace más propensas a sufrir esguinces. Del mismo modo, ciertas alteraciones estructurales como el pie hueco o el valgo funcional de rodilla aumentan el riesgo.
Factores controlables:
Los síntomas de un esguince varían según la gravedad de la lesión, pero existen manifestaciones características que permiten identificarlo y diferenciarlo de otras patologías.
Síntomas más frecuentes:
Signos clave según el grado del esguince:
Criterios claros de derivación al especialista:
Debes acudir a urgencias o al traumatólogo de forma preferente si presentas alguna de estas situaciones: imposibilidad para soportar peso sobre la extremidad afectada y dar al menos cuatro pasos; dolor intenso a la palpación sobre estructuras óseas específicas (maléolos, base del quinto metatarsiano, escafoides del tarso); deformidad visible de la articulación; cambio de coloración que se extiende rápidamente o aparición de líneas rojizas (posible infección); antecedentes de múltiples esguinces en la misma articulación; o si has sufrido un traumatismo de alta energía.
El diagnóstico del esguince se establece principalmente mediante la evaluación clínica, aunque en determinadas circunstancias se complementa con pruebas de imagen para descartar lesiones óseas o valorar la gravedad del daño ligamentoso.
Evaluación clínica:
El proceso diagnóstico comienza con una anamnesis detallada donde se investiga el mecanismo de producción de la lesión (cómo ocurrió la torcedura), si hubo un "crujido" audible en el momento del traumatismo, la capacidad para caminar inmediatamente después, y la presencia de lesiones previas en la misma articulación.
La exploración física resulta fundamental. El médico examina cuidadosamente la articulación afectada, valorando la presencia de tumefacción (hinchazón generalizada), edema localizado, hematomas, y especialmente palpa puntos selectivos de máximo dolor que orientan sobre qué ligamento está lesionado. También evalúa la amplitud de movimiento articular y realiza maniobras específicas para detectar inestabilidad, como el bostezo articular en varo (para el ligamento peroneo-calcáneo) o el test del cajón anterior (para el ligamento peroneo-astragalino anterior).
Pruebas radiológicas - Reglas de Ottawa:
Para evitar radiografías innecesarias (que exponen al paciente a radiación y generan costes sanitarios evitables), se utilizan las Reglas de Ottawa, un instrumento clínico validado que determina con alta sensibilidad (96,4%-99,6%) cuándo está indicada una radiografía.
Según estas reglas, se debe realizar una radiografía de tobillo si existe dolor en la zona maleolar y al menos uno de estos hallazgos: dolor a la palpación en los últimos seis centímetros del borde posterior del peroné o tibia (hasta la punta del maléolo correspondiente); o incapacidad para soportar peso corporal tanto inmediatamente después de la lesión como durante la exploración (imposibilidad de dar cuatro pasos).
Para el pie, se requiere radiografía si hay dolor en la zona media del pie y: dolor a la palpación sobre el hueso navicular o la base del quinto metatarsiano; o incapacidad para soportar peso.
Las radiografías permiten descartar fracturas óseas, fisuras o arrancamientos óseos, siendo estas las lesiones que realmente modifican el tratamiento hacia abordajes más conservadores o quirúrgicos.
Pruebas complementarias avanzadas:
En esguinces graves o cuando persisten síntomas tras el tratamiento inicial, pueden solicitarse estudios más específicos. La resonancia magnética nuclear (RMN) es la prueba de elección para evaluar con precisión el grado de lesión ligamentosa, detectar roturas completas, identificar lesiones asociadas (edemas óseos, lesiones osteocondrales, daños en el cartílago articular, afectación de otros ligamentos) y valorar tobillos inestables crónicos.
La ecografía articular, cada vez más utilizada, permite valorar en tiempo real el estado de ligamentos y tendones, identificar desgarros ligamentosos y servir de guía para infiltraciones terapéuticas posteriores. La tomografía computarizada (TAC) queda reservada para fracturas complejas que requieren planificación quirúrgica o cuando se sospecha consolidación inadecuada.
El objetivo principal del tratamiento del esguince es lograr una cicatrización óptima del ligamento lesionado, manteniendo su longitud y resistencia adecuadas, prevenir complicaciones como la inestabilidad crónica, restaurar la funcionalidad completa de la articulación y facilitar un retorno seguro a las actividades habituales y deportivas. La selección del tratamiento depende del grado de lesión, las características del paciente (edad, nivel de actividad física, profesión), la presencia de inestabilidad articular y los antecedentes de lesiones previas.
En las primeras 48-72 horas tras la lesión, el tratamiento se centra en controlar la inflamación y el dolor mediante el protocolo POLICE (Protection, Optimal Loading, Ice, Compression, Elevation), que ha sustituido al antiguo RICE al incorporar el concepto de carga óptima temprana. La protección consiste en evitar movimientos que puedan agravar la lesión, utilizando si es necesario vendajes funcionales, tobilleras o muletas según la gravedad. La carga óptima implica mantener cierto grado de movilidad controlada desde el inicio, evitando el reposo absoluto prolongado que puede perjudicar la cicatrización ligamentosa. La crioterapia (aplicación de hielo durante 15-20 minutos, 3-5 veces al día) produce vasoconstricción, reduciendo la inflamación, el hematoma y el dolor. La compresión mediante vendajes elásticos limita el edema y proporciona soporte articular. La elevación del miembro afectado por encima del nivel del corazón favorece el retorno venoso y disminuye la hinchazón. Este tratamiento inicial tiene una duración típica de 2-3 días y es aplicable a todos los grados de esguince, aunque en lesiones graves puede requerir inmovilización más estricta.
El manejo farmacológico tiene como objetivo controlar el dolor y la inflamación durante la fase aguda, facilitando la movilización temprana. Los antiinflamatorios no esteroides (AINEs) como ibuprofeno (400-600 mg cada 8 horas), naproxeno (500 mg cada 12 horas) o diclofenaco (50 mg cada 8 horas) reducen eficazmente tanto el dolor como la inflamación. El paracetamol (500-1000 mg cada 6-8 horas) puede utilizarse como analgésico alternativo o complementario, especialmente cuando existen contraindicaciones para los AINEs. En pacientes con edema importante y dolor intenso, puede recomendarse la combinación de un AINE con paracetamol (por ejemplo, piroxicam más paracetamol). Los inhibidores selectivos de COX-2 quedan reservados para pacientes con riesgo aumentado de sangrado digestivo o condiciones particulares que limiten el uso de AINEs convencionales. La duración habitual del tratamiento farmacológico oscila entre 5-7 días, pudiendo extenderse según evolución clínica. Las contraindicaciones principales incluyen úlcera péptica activa, insuficiencia renal, trastornos de coagulación y alergia conocida a estos fármacos; los efectos secundarios más frecuentes son molestias gastrointestinales, riesgo de sangrado digestivo y, en tratamientos prolongados, posible afectación renal.
La inmovilización y el vendaje funcional representan pilares fundamentales en el tratamiento mecánico del esguince, habiéndose demostrado la superioridad del vendaje funcional frente a la inmovilización rígida tradicional. El vendaje funcional o estabilización funcional consiste en vendajes elásticos adhesivos que limitan los movimientos lesivos pero permiten movilidad controlada en otros planos, favoreciendo una cicatrización ligamentosa de mejor calidad, con fibras de colágeno organizadas funcionalmente. Esta opción es superior al vendaje ortopédico en cuanto a tiempo de curación (1,39 veces más efectivo), autosuficiencia para higiene personal (7 veces mejor), menor necesidad de reposo laboral (4,25 veces), mejor capacidad para caminar (5,5 veces) y menor requerimiento de rehabilitación posterior (12 veces menos). Se utiliza principalmente en esguinces grado I y II durante 7-21 días según evolución. La inmovilización con férula o yeso se reserva para esguinces grado III (rotura completa ligamentosa), pacientes que no pueden garantizar reposo adecuado, o cuando existe edema muy importante en las primeras 48 horas que requiere reevaluación. En estos casos, se mantiene entre 3-4 semanas, evitando el apoyo mediante muletas. Las ortesis semirrígidas (tobilleras, muñequeras con férulas) son útiles en la fase de transición o para proteger la articulación durante la reincorporación progresiva a actividades. Las contraindicaciones del vendaje incluyen sospecha de fractura no descartada, edema masivo inicial o lesiones cutáneas importantes; la inmovilización prolongada innecesaria puede generar rigidez articular, atrofia muscular y cicatrización ligamentosa deficiente con mayor tendencia a esguinces recurrentes.
La fisioterapia constituye la piedra angular de la recuperación funcional completa tras un esguince, siendo fundamental iniciarla precozmente (a las 48-72 horas en grado I-II, una vez superada la fase aguda) para optimizar resultados. El tratamiento fisioterapéutico incluye técnicas manuales como el masaje de Cyriax sobre el ligamento lesionado para evitar fibrosis cicatricial, el drenaje linfático manual para reducir edema, la movilización pasiva suave de la articulación y las manipulaciones osteopáticas si existen disfunciones biomecánicas asociadas. Los agentes físicos como el ultrasonido terapéutico ayudan a prevenir adherencias y mejorar la cicatrización, la electroanalgesia reduce el dolor, las ondas de choque radiales activan la microcirculación y el metabolismo tisular, y la radiofrecuencia (Indiba) acelera la recuperación en fase aguda. El programa de ejercicios progresa desde ejercicios de movilidad articular activa y pasiva, fortalecimiento muscular con bandas elásticas (inversión, eversión, flexión dorsal y plantar), ejercicios propioceptivos en superficies estables e inestables (platos de Freeman, bosu, almohadillas), trabajo de equilibrio monopodal, hasta ejercicios pliométricos (saltos) y gestos deportivos específicos en fases avanzadas. El número de sesiones varía entre 10-20 según gravedad, pudiendo algunos esguinces leves resolverse incluso en una sesión con tratamiento experto. Las contraindicaciones temporales incluyen fase aguda con dolor e inflamación muy intensos, sospecha de fractura no descartada o signos de infección; el único efecto adverso relevante es la posibilidad de molestias transitorias tras las primeras sesiones que se resuelven espontáneamente.
Los tratamientos regenerativos representan una opción terapéutica avanzada que ha demostrado resultados prometedores en la aceleración de la cicatrización ligamentosa y la reducción del tiempo de recuperación. El plasma rico en plaquetas (PRP) consiste en concentrar las plaquetas del propio paciente mediante centrifugación de su sangre, obteniendo factores de crecimiento (PDGF, TGF-β, VEGF, EGF) que estimulan la regeneración tisular, aumentan la vascularización local y mejoran la calidad del tejido reparado. La Clínica Albareda Traumatología Avanzada en Barcelona utiliza estos tratamientos regenerativos como parte de su protocolo de manejo de lesiones ligamentosas complejas o en deportistas de alto rendimiento que requieren optimizar tiempos de recuperación. El procedimiento implica extracción de 15-25 ml de sangre del paciente, centrifugación para concentrar plaquetas, activación con cloruro cálcico para liberar factores de crecimiento e infiltración ecoguiada directamente en el ligamento lesionado. El tratamiento completo suele consistir en 3 infiltraciones con intervalos de 1-2 semanas entre ellas. La duración del efecto terapéutico oscila entre 6-12 meses, pudiendo repetirse el ciclo si fuera necesario. Los estudios muestran que el 90% de pacientes experimentan mejoría del dolor y funcionalidad en 3-4 semanas, con reducción del 99% del dolor comparado con 31% en grupos control, y acortamiento del tiempo de curación en comparación con tratamientos convencionales. La evidencia científica respalda su uso en esguinces graves, lesiones crónicas refractarias a otros tratamientos y en la prevención de complicaciones a largo plazo. Las contraindicaciones incluyen infecciones activas, trastornos hematológicos, cáncer activo y tratamiento con anticoagulantes; los efectos secundarios son mínimos, limitándose a molestias locales transitorias en el punto de infiltración.
El tratamiento quirúrgico del esguince queda reservado para situaciones muy específicas, ya que la gran mayoría de esguinces evolucionan favorablemente con tratamiento conservador. Las indicaciones quirúrgicas incluyen rotura completa del ligamento (grado III) en deportistas de élite o profesionales que requieren estabilidad articular óptima para su actividad, inestabilidad crónica (tobillo inestable) tras fracaso del tratamiento conservador con esguinces de repetición frecuentes, arrancamientos óseos desplazados que no consolidan adecuadamente, y lesiones ligamentosas asociadas a fracturas que requieren estabilización quirúrgica. La cirugía de reconstrucción ligamentosa puede realizarse mediante técnicas de reparación directa (sutura del ligamento roto en fase aguda) o plastias ligamentosas (reconstrucción anatómica usando injertos en casos crónicos). El procedimiento se realiza bajo anestesia general o regional, con hospitalización de 24-48 horas habitualmente. El tiempo de recuperación postquirúrgica es significativamente mayor que el tratamiento conservador: inmovilización estricta de 4-6 semanas, seguida de rehabilitación intensiva durante 3-4 meses, con retorno completo a actividad deportiva entre 6-9 meses tras la cirugía. Las contraindicaciones relativas incluyen edad avanzada con baja demanda funcional, patologías médicas graves que incrementen riesgo anestésico, infecciones activas, problemas vasculares periféricos importantes o expectativas no realistas del paciente. Los efectos secundarios y complicaciones potenciales abarcan riesgo de infección quirúrgica (0,87% en cirugía ortopédica), rigidez articular residual, dolor crónico, alteraciones de sensibilidad por lesión nerviosa, recidiva de inestabilidad (5-10% de casos) y los riesgos inherentes a cualquier procedimiento quirúrgico (anestesia, tromboembolismo).
El abordaje terapéutico del esguince debe ser individualizado y secuencial, adaptándose a la evolución clínica de cada paciente. En esguinces grado I, se inicia con POLICE durante 48-72 horas, analgesia con paracetamol o AINEs durante 5 días, vendaje funcional durante 7-10 días, y fisioterapia precoz (desde el tercer día) con énfasis en recuperación de movilidad y trabajo propioceptivo, permitiendo retorno a actividad normal en 1-2 semanas. Para esguinces grado II, se combina POLICE en fase aguda, tratamiento farmacológico más intensivo (AINEs combinados con paracetamol) durante 7 días, vendaje funcional o férula posterior durante 21 días con apoyo progresivo desde la segunda semana, fisioterapia intensiva iniciando a las 72 horas (drenaje, movilización, fortalecimiento progresivo, propiocepción), pudiendo considerarse tratamientos regenerativos (PRP) en pacientes con alta demanda funcional o deportistas, logrando recuperación completa en 3-6 semanas. En esguinces grado III, el protocolo incluye POLICE estricto, férula de yeso o walker durante 3-4 semanas sin apoyo (con muletas), AINEs durante 7-10 días, reevaluación por traumatología de forma preferente para decidir entre tratamiento conservador prolongado (4-6 semanas de inmovilización seguida de rehabilitación intensiva) o cirugía (en casos seleccionados: deportistas profesionales, inestabilidad severa, arrancamientos óseos), incorporando tratamientos regenerativos para optimizar la cicatrización ligamentosa, con tiempo total de recuperación entre 6-12 semanas para tratamiento conservador y 6-9 meses si requiere cirugía. La transición entre fases de tratamiento se fundamenta en criterios clínicos objetivos: reducción del dolor y edema, recuperación de movilidad articular, ausencia de inestabilidad, balance muscular adecuado y pruebas funcionales satisfactorias (equilibrio, saltos, gestos deportivos específicos), permitiendo así una progresión segura hacia el alta médica y la prevención de recidivas.
El pronóstico del esguince es generalmente favorable cuando se establece un diagnóstico precoz y se instaura un tratamiento adecuado, permitiendo en la gran mayoría de casos una recuperación completa de la funcionalidad articular. Los esguinces grado I presentan una evolución excelente, con curación completa entre 1-2 semanas si se sigue correctamente el protocolo de tratamiento, alcanzando el retorno pleno a actividades deportivas sin limitaciones. Los esguinces grado II requieren mayor tiempo de recuperación, habitualmente entre 3-6 semanas, y pueden presentar molestias residuales leves durante algunos meses que mejoran progresivamente con el trabajo de rehabilitación y fortalecimiento. Los esguinces grado III tienen el pronóstico más variable: con tratamiento conservador óptimo la recuperación completa se logra entre 6-12 semanas, mientras que los casos que requieren cirugía pueden necesitar 6-9 meses para retorno deportivo completo, aunque generalmente consiguen resultados funcionales satisfactorios a largo plazo.
Factores que mejoran la recuperación: El inicio precoz del tratamiento fisioterapéutico tras superar la fase aguda (48-72 horas) acorta significativamente los tiempos de curación y previene secuelas. La adherencia rigurosa al protocolo de tratamiento, respetando los tiempos de reposo relativo pero evitando inmovilizaciones prolongadas innecesarias, optimiza la cicatrización ligamentosa. El trabajo propioceptivo y de fortalecimiento es absolutamente fundamental para prevenir esguinces recurrentes, reduciendo el riesgo de recidiva hasta en un 50%. La edad joven favorece procesos de reparación tisular más rápidos y eficientes. Un buen estado físico previo, con musculatura fuerte y buena flexibilidad articular, facilita la recuperación. La utilización de tratamientos regenerativos (PRP) en casos seleccionados puede reducir el tiempo de curación hasta en un 50%. La nutrición adecuada con suplementación de colágeno (5-15 gramos/día), vitamina C (500-1000 mg/día), omega-3 y antioxidantes mejora la calidad de cicatrización ligamentosa y reduce inflamación.
Posibles complicaciones: La inestabilidad crónica afecta entre un 20-40% de pacientes con esguinces mal tratados, caracterizándose por sensación de inseguridad articular, episodios de fallos o "cedimientos" con actividades normales y predisposición a sufrir nuevos esguinces con mínimos traumatismos. El dolor persistente puede mantenerse durante meses o años si la cicatrización ligamentosa fue inadecuada, existiendo fibrosis cicatricial excesiva o quedando fragmentos de ligamento intraarticular que generan inflamación crónica. La limitación de movilidad articular por rigidez o adherencias tisulares dificulta la funcionalidad normal y reduce el rendimiento deportivo. Los esguinces de repetición constituyen la complicación más frecuente, afectando hasta al 80% de personas que no realizaron rehabilitación apropiada tras el primer esguince, generando un círculo vicioso de lesiones recurrentes. La artrosis postraumática prematura puede desarrollarse años después de esguinces graves mal curados, especialmente cuando existe inestabilidad crónica que genera desgaste articular anormal del cartílago. Las lesiones asociadas no diagnosticadas como fracturas osteocondrales, lesiones del seno del tarso o tendinopatías reactivas pueden perpetuar sintomatología si no se identifican y tratan adecuadamente.


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