Glosario Clínica Albareda

Tendinitis

Descubre qué es la tendinitis, por qué afecta a tantas personas, cómo reconocer sus síntomas, qué pruebas diagnósticas te realizaremos, cuáles son tus opciones de tratamiento y qué pronóstico puedes esperar con el abordaje correcto.

¿Qué es una tendinitis?

La tendinitis es la inflamación o irritación de un tendón, esa estructura fibrosa y resistente que actúa como puente entre el músculo y el hueso, permitiendo que la fuerza generada por la contracción muscular se transmita con precisión para lograr el movimiento. Imagínalo como el cable de acero de un puente colgante: resistente, flexible y diseñado para soportar tensiones constantes; pero si lo sometes a cargas excesivas, movimientos repetitivos o desgaste progresivo, ese cable puede empezar a deshilacharse, inflamarse y perder su capacidad de trabajo.​

Aunque tradicionalmente se ha empleado el término "tendinitis" (que implica inflamación activa), la ciencia actual reconoce que muchas lesiones tendinosas crónicas presentan degeneración del tejido sin inflamación significativa, lo que se denomina tendinosis. De hecho, el término más apropiado y abarcador es tendinopatía, que engloba tanto los procesos inflamatorios agudos como las alteraciones degenerativas crónicas. En la práctica clínica traumatológica, sin embargo, seguimos hablando de tendinitis cuando nos referimos a cuadros que cursan con dolor, hinchazón y limitación funcional del tendón afectado.​

Este problema musculoesquelético tiene una incidencia del 30-50% en la población general, siendo especialmente frecuente en deportistas, trabajadores con movimientos repetitivos y personas mayores de 40 años. Los tendones más comúnmente afectados son el manguito rotador del hombro, el tendón rotuliano de la rodilla, el tendón de Aquiles, los epicondíleos del codo (codo de tenista) y los tendones de la muñeca.​

¿Quién puede tener una tendinitis y por qué?

La tendinitis no surge de la nada. Es el resultado de una combinación de factores controlables y no controlables que predisponen al tendón a sufrir microtraumatismos y degeneración progresiva.​

Factores no controlables (intrínsecos)

  • Edad avanzada: A partir de los 40-50 años, los tendones pierden elasticidad y capacidad regenerativa, volviéndose más vulnerables a las lesiones. El proceso de envejecimiento reduce la vascularización tendinosa y disminuye la producción de colágeno, elementos clave para mantener la estructura saludable del tendón.​
  • Alteraciones biomecánicas estructurales: Deformidades congénitas, diferencias de longitud en las extremidades, pies planos o cavos, y desalineaciones articulares aumentan el estrés mecánico sobre ciertos tendones.​
  • Vascularización limitada: Los tendones son estructuras poco vascularizadas (contienen solo un 2% de elastina y 60% de agua, con el 30% restante siendo colágeno), lo que dificulta su nutrición y capacidad de reparación tras el daño.​
  • Predisposición genética: Algunas personas presentan una mayor susceptibilidad a desarrollar problemas tendinosos debido a características heredadas en la calidad del tejido conectivo.​
  • Enfermedades sistémicas: La diabetes mellitus, artritis reumatoide, gota, hipercolesterolemia e insuficiencia renal aumentan significativamente el riesgo de tendinopatías. Estas patologías alteran el metabolismo celular y la capacidad de regeneración tisular.​

Factores controlables (extrínsecos)

  • Sobrecarga repetitiva y sobreuso: La causa más común de tendinitis es la realización de movimientos repetitivos sin permitir al tendón recuperarse adecuadamente. Cada microtraumatismo necesita tiempo para repararse; cuando la carga continua supera la capacidad regenerativa, se instala la tendinopatía.​
  • Incremento brusco de la actividad física: Aumentar repentinamente la intensidad, duración o frecuencia del entrenamiento sin una progresión adecuada sobrecarga los tendones más allá de su tolerancia.​
  • Técnica deportiva o laboral inadecuada: Una mala postura, gestos deportivos incorrectos o ergonomía laboral deficiente distribuyen de forma anómala las tensiones sobre los tendones.​
  • Equipamiento inadecuado: Calzado deportivo desgastado, superficies de entrenamiento duras (cemento, pavimento rígido) o instrumental de trabajo inadecuado incrementan el impacto sobre las estructuras tendinosas.​
  • Falta de calentamiento y estiramiento: No preparar adecuadamente la musculatura y los tendones antes de la actividad física los expone a lesiones agudas.​
  • Descanso insuficiente: La recuperación es cuando el cuerpo repara los tejidos. Sin descanso adecuado entre sesiones de actividad, el tendón acumula daño progresivo.​
  • Medicamentos específicos: Los antibióticos fluoroquinolonas (levofloxacino, norfloxacino), corticoides sistémicos y estatinas (medicamentos para el colesterol) pueden alterar las propiedades biomecánicas del tendón y aumentar el riesgo de tendinopatías e incluso roturas.​
  • Tabaquismo: La nicotina actúa como vasoconstrictor, reduciendo el aporte de oxígeno y nutrientes al tendón, lo que compromete su capacidad de reparación.​
  • Alcohol y sedentarismo: Un estilo de vida poco saludable afecta negativamente la calidad de todos los tejidos, incluidos los tendones.​

¿Cómo se manifiesta una tendinitis?

Los síntomas de la tendinitis varían según la fase (aguda o crónica) y la localización, pero comparten características comunes que permiten sospechar el diagnóstico.​

  • Dolor localizado: El síntoma cardinal es el dolor en la zona del tendón afectado, que típicamente empeora con el movimiento o al aplicar resistencia. En fases iniciales, el dolor puede aparecer solo durante la actividad y desaparecer con el reposo; en casos más avanzados, el dolor persiste incluso en reposo y puede despertar al paciente por la noche.​
  • Sensibilidad al tacto: La palpación directa sobre el tendón inflamado provoca dolor y sensibilidad aumentada.​
  • Rigidez articular: Especialmente marcada por la mañana o tras períodos de inactividad, la rigidez dificulta iniciar el movimiento y mejora progresivamente con la actividad.​
  • Hinchazón y enrojecimiento: En tendinitis agudas puede observarse tumefacción leve a moderada en la zona afectada, junto con calor local y enrojecimiento de la piel.​
  • Debilidad funcional: La combinación de dolor y alteración estructural del tendón reduce la fuerza y capacidad para realizar movimientos específicos.​
  • Crepitación: Algunos pacientes refieren escuchar o sentir crujidos al mover la articulación afectada.​
  • Limitación progresiva: Si no se trata, el dolor y la rigidez aumentan gradualmente, limitando cada vez más las actividades cotidianas y deportivas.​

Signos de alarma que requieren derivación inmediata al especialista

  • Dolor intenso e incontrolable que no mejora con reposo ni analgésicos habituales.​
  • Incapacidad total para mover la articulación o realizar gestos básicos.​
  • Hinchazón extrema y rápida de la zona afectada.​
  • Cambios de coloración: enrojecimiento intenso, moretones o cianosis.​
  • Fiebre acompañante, que podría indicar una infección asociada.​
  • Sensación de "chasquido" o "desgarro" seguido de dolor súbito, que puede sugerir rotura tendinosa.​

¿Cómo la diagnosticamos?

El diagnóstico de la tendinitis es fundamentalmente clínico, basándose en una historia detallada y una exploración física meticulosa. Sin embargo, las técnicas de imagen complementan y confirman el diagnóstico, ayudando a descartar otras patologías y a planificar el tratamiento más adecuado.​

Evaluación clínica

Durante la consulta traumatológica se realiza una anamnesis exhaustiva que incluye características del dolor (localización, intensidad, evolución temporal), factores desencadenantes (actividad deportiva, laboral), antecedentes médicos relevantes (diabetes, artritis, medicamentos) y síntomas asociados. La exploración física valora la sensibilidad a la palpación del tendón, el rango de movilidad articular, la presencia de inflamación visible y la respuesta al movimiento contra resistencia.​

Pruebas de imagen

Ecografía musculoesquelética: Es la técnica de elección inicial para el diagnóstico de tendinopatías por su alta precisión, dinamismo, rapidez y coste-efectividad. Permite evaluar el tendón en tiempo real durante el movimiento, identificando áreas de hipoecogenicidad (zonas de degeneración), pérdida del patrón fibrilar normal, engrosamiento del tendón, calcificaciones, roturas parciales y neovascularización patológica mediante estudio Doppler color. La ecografía alcanza resultados diagnósticos equiparables a la resonancia magnética con un coste mucho menor.​

Resonancia Magnética (RM): Proporciona una visión anatómica completa con excelente contraste de tejidos blandos, siendo especialmente útil en casos complejos, cuando se sospecha afectación de estructuras adyacentes (cartílago, ligamentos, bursa) o cuando la ecografía no es concluyente. La RM permite estadificar el grado de degeneración tendinosa y planificar estrategias quirúrgicas si fuera necesario.​

Radiografía simple: Aunque no visualiza directamente los tendones, resulta útil para descartar otras causas de dolor como espolones óseos, artritis, fracturas o tendinitis calcificantes (depósitos de calcio en el tendón). La radiografía es rápida, económica y debe ser la primera exploración ante dolor articular.​

La elección de una u otra técnica depende de la localización, gravedad sospechada, disponibilidad tecnológica y necesidad de guía para procedimientos terapéuticos (infiltraciones, punciones).​

¿Qué opciones de tratamiento existen?

El tratamiento de la tendinitis persigue tres objetivos principales: controlar el dolor, reducir la inflamación (si está presente) y restaurar la función óptima del tendón. La selección del tratamiento depende de múltiples factores: fase evolutiva (aguda o crónica), gravedad de la lesión, grado de limitación funcional, respuesta a tratamientos previos y características individuales del paciente (edad, nivel de actividad, expectativas, comorbilidades).​

El abordaje terapéutico debe ser secuencial y personalizado, comenzando siempre por medidas conservadoras y reservando las opciones más invasivas para casos refractarios. A continuación, detallamos las principales estrategias terapéuticas disponibles actualmente.​

¿Qué medidas iniciales puedo aplicar?

En la fase aguda (primeras 48-72 horas), el objetivo es controlar la inflamación y el dolor mediante reposo relativo, aplicación de frío local durante 15-20 minutos cada 2-3 horas (envuelto en paño para evitar quemaduras cutáneas) e inmovilización temporal con vendajes, ortesis o férulas si el dolor es muy intenso. El frío reduce la velocidad de conducción nerviosa, disminuye la activación de receptores del dolor y limita la respuesta inflamatoria inicial.​

Es fundamental evitar el reposo absoluto prolongado, ya que la inmovilización total puede ser contraproducente, provocando rigidez, atrofia muscular y debilitamiento del tendón. El concepto actual es el de "reposo activo": evitar actividades que agraven el dolor, pero mantener movimientos suaves y controlados que estimulen la circulación sin sobrecargar el tendón.​

Tras la fase inicial, en lesiones subagudas y crónicas, la aplicación de calor resulta más beneficiosa que el frío, ya que aumenta el flujo sanguíneo, relaja la musculatura circundante, reduce el tono muscular excesivo y favorece la nutrición y regeneración del tejido tendinoso. Se aplica mediante bolsas de agua caliente, compresas térmicas o toallas calientes durante 15-20 minutos, siempre cuidando que la zona no esté inflamada o enrojecida.​

La modificación de la actividad es esencial: identificar y corregir gestos deportivos inadecuados, mejorar la ergonomía laboral, utilizar calzado apropiado, introducir periodos de descanso en actividades repetitivas y evitar superficies de entrenamiento excesivamente duras.​

¿Qué medicamentos pueden ayudar?

Los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco o aspirina han sido tradicionalmente empleados para aliviar el dolor y reducir la inflamación en tendinitis agudas. Su mecanismo de acción inhibe las enzimas ciclooxigenasas (COX-1 y COX-2), bloqueando la síntesis de prostaglandinas responsables de la respuesta inflamatoria y el dolor.​

Sin embargo, la evidencia científica actual cuestiona su eficacia en tendinopatías crónicas y advierte que su uso prolongado puede retrasar la curación definitiva del tendón. Los AINEs proporcionan alivio sintomático temporal del dolor, pero no actúan sobre el proceso degenerativo subyacente; además, su efecto analgésico puede enmascarar los síntomas iniciales, permitiendo al paciente seguir sobrecargando el tendón e imponiéndole daños adicionales. En tendinosis crónicas, donde no existe inflamación activa sino degeneración del tejido, el uso de antiinflamatorios carece de fundamento fisiopatológico.​

Por tanto, los AINEs deben reservarse para fases agudas de corta duración (5-7 días), combinados con modificación de la actividad y bajo supervisión médica, considerando posibles efectos adversos gastrointestinales, cardiovasculares y renales. En tendinopatías crónicas es preferible centrar el tratamiento en fisioterapia, ejercicio terapéutico y técnicas regenerativas.​

Los analgésicos simples como el paracetamol pueden emplearse para controlar el dolor sin acción antiinflamatoria, siendo una opción segura cuando el componente doloroso predomina sobre la inflamación.​

¿Cómo puede ayudarme la fisioterapia?

La fisioterapia constituye el pilar fundamental del tratamiento conservador de las tendinopatías, siendo la opción más respaldada por la evidencia científica actual. El fisioterapeuta especializado diseña un programa de ejercicio terapéutico progresivo adaptado a cada paciente, estructurado en fases secuenciales según la evolución clínica.​

  • Ejercicios isométricos: Son contracciones musculares mantenidas sin movimiento articular. Se utilizan en fases agudas y subagudas porque tienen un potente efecto analgésico inmediato que puede durar más de 45 minutos, permitiendo reducir el dolor y comenzar a activar la musculatura sin agravar la lesión. Los ejercicios isométricos preparan el tendón para cargas progresivas sin someterlo a estrés excesivo.​
  • Ejercicios excéntricos: En este tipo de contracción, el músculo se alarga mientras genera tensión (como al bajar una carga lentamente). Los ejercicios excéntricos son altamente efectivos en tendinopatías porque estimulan la síntesis de colágeno tipo I, remodelan la matriz extracelular del tendón, aumentan la vascularización, mejoran las propiedades mecánicas del tejido y reducen el dolor crónico. Múltiples estudios demuestran que el entrenamiento excéntrico promueve la regeneración frente a la simple reparación cicatricial, devolviendo al tendón características más cercanas a su estructura original.​
  • Ejercicios concéntricos y combinados: Una vez controlado el dolor y recuperada cierta tolerancia a la carga, se introducen ejercicios concéntricos (acortamiento muscular bajo tensión) y programas que combinan ambos tipos de contracción, ya que la evidencia sugiere que la combinación excéntrico-concéntrico puede ser más beneficiosa que el trabajo exclusivamente excéntrico.​
  • Ejercicios funcionales y pliométricos: En fases avanzadas de rehabilitación, se incorporan gestos deportivos específicos, ejercicios de propiocepción (equilibrio y control neuromuscular) y actividades pliométricas (saltos controlados) para preparar el tendón y la articulación para el retorno seguro a la actividad deportiva o laboral.​
  • El trabajo de fortalecimiento muscular global es crucial, ya que músculos fuertes protegen a los tendones de sobrecargas. Además, la fisioterapia incluye terapia manual especializada (masaje de fricción profunda, movilizaciones articulares, técnicas miofasciales) para reducir tensiones musculares, mejorar la circulación local y optimizar la biomecánica.​

¿En qué consisten las infiltraciones y cuándo están indicadas?

Las infiltraciones ecoguiadas son inyecciones precisas de sustancias terapéuticas directamente en el tendón lesionado o en las estructuras peritendinosas, realizadas bajo control ecográfico para garantizar la exactitud del procedimiento.​

Infiltraciones con corticoides: Los corticosteroides (cortisona, triamcinolona, betametasona) son potentes antiinflamatorios que proporcionan alivio rápido del dolor en fases agudas muy sintomáticas. Se diluyen habitualmente con anestésico local en proporción 1:1 para reducir el dolor durante la inyección. Su principal indicación es controlar episodios de dolor intenso que no responden a tratamiento conservador, permitiendo al paciente iniciar fisioterapia con menos molestias.​

Sin embargo, los corticoides tienen limitaciones importantes: efectos transitorios (el alivio dura semanas o meses), posible aumento temporal del dolor en las primeras 48 horas post-infiltración, riesgo de debilitamiento y rotura tendinosa con infiltraciones repetidas (especialmente si se inyectan intratendinosamente), atrofia cutánea, hipopigmentación local, elevación transitoria de glucemia en diabéticos y artritis por microcristales de corticoide (1-3% de casos). Por estas razones, se limita su uso a 1-2 infiltraciones por zona, espaciadas al menos 6-8 semanas, y siempre combinadas con fisioterapia.​

Los estudios muestran que las infiltraciones con corticoides logran un éxito a corto plazo (reducción ≥3 puntos en escala EVA del dolor) en el 78,6% de pacientes, pero la efectividad disminuye progresivamente: 73,3% a los 6 meses, 64,6% al año y 56,5% a los 2 años. Las complicaciones son poco frecuentes (5,5% en series amplias), siendo las más importantes la infección (1,2%) y la rotura tendinosa (0,3%).​

Infiltraciones con ácido hialurónico: El ácido hialurónico de alto peso molecular tiene propiedades viscoelásticas que mejoran la lubricación del tendón, reducen la fricción con estructuras adyacentes, favorecen la hidratación del tejido y estimulan la síntesis de colágeno. Aunque la evidencia sobre su eficacia en tendinopatías es más limitada que en artrosis, algunos estudios reportan buenos resultados en tendinitis crónicas.​

¿Qué son los tratamientos regenerativos y cómo funcionan?

Los tratamientos biológicos regenerativos representan una revolución en el manejo de las tendinopatías crónicas, utilizando la capacidad natural del organismo para reparar tejidos dañados mediante la aplicación de factores de crecimiento y células con potencial regenerativo.​

Plasma Rico en Plaquetas (PRP): Es la terapia regenerativa más estudiada y aplicada en traumatología. El PRP se obtiene mediante extracción de sangre del propio paciente, centrifugación para concentrar las plaquetas (que contienen los factores de crecimiento en sus gránulos alfa) y activación mediante cloruro cálcico para liberar dichos factores. Los principales factores de crecimiento presentes son: factor de crecimiento derivado de plaquetas (PDGF), factor transformante beta (TGF-β), factor de crecimiento fibroblástico (FGF), factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) y factor de crecimiento epidérmico (EGF).​

Estos factores actúan estimulando la proliferación de tenocitos (células del tendón), incrementando la síntesis de colágeno tipo I y III, promoviendo la formación de nuevos vasos sanguíneos (neoangiogénesis), modulando la respuesta inflamatoria hacia un perfil regenerativo y acelerando la remodelación de la matriz extracelular. La infiltración se realiza bajo control ecográfico para garantizar la precisión, pudiendo aplicarse intratendinosamente en el foco de lesión o peritendinosamente según el caso.​

Los estudios clínicos demuestran que el PRP acelera la curación natural del tendón, reduce el dolor de manera duradera (tratando la causa y no solo el síntoma), puede evitar la cirugía en tendinopatías crónicas resistentes a tratamiento convencional, tiene escaso riesgo de complicaciones por su naturaleza autóloga y permite una recuperación rápida sin necesidad de hospitalización. El número de sesiones varía según la gravedad (habitualmente 1-3 infiltraciones separadas 3-4 semanas).​

En Clínica Albareda Traumatología Avanzada disponemos de tecnología de vanguardia para la preparación y aplicación de PRP en tendinopatías refractarias, realizando infiltraciones ecoguiadas con precisión milimétrica por especialistas con amplia experiencia en medicina regenerativa. Esta técnica resulta especialmente eficaz en tendinitis crónicas de hombro (manguito rotador), codo (epicondilitis), rodilla (rotuliana), cadera (glúteo medio, trocánter) y tobillo (Aquiles).​

La combinación de PRP con fisioterapia especializada potencia los resultados, ya que el ejercicio terapéutico guiado estimula al tendón regenerado a organizarse funcionalmente y ganar resistencia progresiva. En casos seleccionados, pueden combinarse infiltraciones de PRP con otras modalidades (ondas de choque, electrolisis percutánea) para optimizar la regeneración tisular.​

¿Son útiles las ondas de choque?

La terapia con ondas de choque extracorpóreas consiste en la aplicación de pulsos acústicos de alta energía sobre el tendón lesionado para estimular su regeneración. Las ondas de choque aumentan el metabolismo celular, promueven la formación de nuevos vasos sanguíneos, estimulan la síntesis de colágeno, disuelven calcificaciones tendinosas y generan un efecto analgésico mediante la hiperestimulación de receptores del dolor.​

Existen dos tipos principales: ondas radiales (menor energía, haz superficial en abanico, penetración hasta 40-45 mm, bien toleradas) y ondas focales (mayor energía, haz puntual profundo hasta 120 mm, más potentes pero pueden requerir anestesia local). La elección depende de la localización y profundidad de la lesión.​

La aplicación es sencilla: el fisioterapeuta o traumatólogo localiza por palpación y/o ecografía el área lesionada, aplica gel conductor, posiciona el aplicador y administra un número determinado de disparos según protocolo. Habitualmente se requieren 3-5 sesiones con frecuencia semanal, cada una de 5-10 minutos.​

Las ondas de choque son especialmente eficaces en tendinopatías calcificantes (hombro, rodilla), fascitis plantar, epicondilitis, tendinitis rotuliana y tendinopatía aquílea. Los estudios reportan tasas de éxito del 85-90% en mejoría del dolor y funcionalidad. Entre sus ventajas destacan: tratamiento no invasivo, sin necesidad de anestesia general ni incisiones, recuperación inmediata (el paciente puede irse caminando tras la sesión), efectos desde la primera aplicación y evitación de cirugía en muchos casos.​

Las ondas de choque no pueden aplicarse durante crisis de dolor agudo intenso (provocarían dolor excesivo), están contraindicadas en embarazo, sobre zonas con infección activa, trombosis o tumores, y pueden causar molestia temporal durante la sesión. En Clínica Albareda empleamos ondas de choque radiales y focales de última generación para el tratamiento de tendinopatías rebeldes y calcificaciones tendinosas, logrando excelentes resultados.​

¿Cuándo se necesita cirugía?

El tratamiento quirúrgico se reserva para tendinopatías crónicas que no responden a tratamiento conservador bien realizado durante al menos 3-6 meses, casos con rotura tendinosa completa, tendinosis severa con degeneración extensa del tejido o tendinopatías calcificantes sintomáticas refractarias. Se estima que entre el 25-45% de pacientes con tendinopatías crónicas eventualmente requieren cirugía.​

Las técnicas quirúrgicas incluyen: tenotomías percutáneas (mínimamente invasivas mediante pequeñas incisiones), tenoscopia (artroscopia del tendón), tenosinovectomía (resección de la vaina inflamada), desbridamiento del tejido degenerado, reparación directa del tendón en roturas parciales y reconstrucción tendinosa en casos de pérdida extensa de tejido. La cirugía artroscópica (mínimamente invasiva) con 2-3 pequeños portales de medio centímetro permite una recuperación más rápida y menos dolorosa que la cirugía abierta tradicional.​

Tras la intervención, es imprescindible un programa de rehabilitación postoperatoria supervisado para optimizar los resultados y evitar complicaciones. En Clínica Albareda, nuestro equipo quirúrgico emplea técnicas artroscópicas de vanguardia, y contamos con unidad de rehabilitación integrada para acompañarte en todo el proceso de recuperación.​

¿Cómo puedo combinar estos tratamientos?

El abordaje óptimo de las tendinopatías es multimodal y secuencial, combinando diferentes terapias según la fase evolutiva y la respuesta individual. Un protocolo típico podría estructurarse así:​

  1. Fase aguda inicial: Reposo relativo, crioterapia, analgésicos/AINEs de corta duración, inmovilización temporal si es necesario, educación del paciente sobre modificación de actividades.​
  2. Fase subaguda: Inicio de fisioterapia con ejercicios isométricos, terapia manual, aplicación de calor, retirada progresiva de inmovilización, introducción gradual de ejercicios excéntricos según tolerancia.​
  3. Fase crónica inicial: Intensificación del programa de ejercicio terapéutico (excéntricos, concéntricos, funcionales), considerar ondas de choque si hay calcificaciones o falta de progreso, valorar infiltración con PRP en casos resistentes.​
  4. Fase crónica refractaria: Infiltraciones con PRP bajo control ecográfico, combinación de PRP con ondas de choque y electrolisis percutánea ecoguiada si está disponible, optimización del programa de ejercicios con supervisión estrecha.​
  5. Fracaso de tratamiento conservador: Valoración quirúrgica tras 6 meses de tratamiento bien realizado sin mejoría, cirugía artroscópica o mínimamente invasiva según el caso, rehabilitación postoperatoria intensiva.​

La personalización del tratamiento es fundamental: deportistas de élite pueden beneficiarse de infiltraciones regenerativas más precoces para acelerar el retorno a la competición; pacientes mayores con comorbilidades pueden requerir estrategias más conservadoras; trabajadores con demandas laborales específicas necesitan adaptaciones ergonómicas y ejercicios funcionales orientados a sus tareas. El éxito terapéutico depende tanto de la correcta selección de tratamientos como del compromiso activo del paciente con la modificación de hábitos, adherencia al programa de ejercicios y paciencia durante el proceso de regeneración tendinosa.​

¿Qué puedes esperar?

El pronóstico de la tendinitis es generalmente favorable cuando se diagnostica y trata adecuadamente en fases tempranas. La mayoría de los pacientes experimentan mejoría significativa del dolor y recuperación funcional satisfactoria con tratamiento conservador bien conducido.​

Factores que mejoran la recuperación

  • Diagnóstico precoz y tratamiento inmediato: Cuanto antes se identifique y aborde la tendinopatía, mayores son las probabilidades de recuperación completa sin secuelas. Detectar el problema cuando aún es una tendinitis aguda (inflamación) evita que evolucione a tendinosis crónica (degeneración).​
  • Adherencia estricta al programa de fisioterapia: El cumplimiento riguroso del plan de ejercicios terapéuticos es el factor pronóstico más importante. Los pacientes que realizan diariamente sus ejercicios excéntricos y progresivos se recuperan significativamente más rápido que quienes no mantienen la constancia.​
  • Modificación de factores de riesgo: Corregir la técnica deportiva, mejorar la ergonomía laboral, utilizar calzado adecuado, reducir cargas repetitivas, introducir descansos regulares y optimizar la superficie de entrenamiento aceleran notablemente la curación.​
  • Paciencia y respeto de los tiempos biológicos: Los tendones tienen regeneración lenta porque están poco vascularizados. Respetar los plazos de recuperación sin forzar prematuramente la vuelta a la actividad intensa previene recaídas. El tejido tendinoso tarda aproximadamente 200 días en regenerarse completamente desde el punto de vista fisiológico.​
  • Control de enfermedades sistémicas: Los pacientes diabéticos, con artritis o dislipemias que optimizan el control de sus patologías de base presentan mejor capacidad de regeneración tendinosa.​
  • Estilo de vida saludable: Mantener un peso corporal adecuado (el sobrepeso incrementa la carga sobre tendones de miembros inferiores), no fumar (la nicotina compromete la vascularización), hidratación suficiente y nutrición rica en proteínas de calidad y vitamina C (necesarias para la síntesis de colágeno) favorecen la curación.​

Tiempos de recuperación esperables

Los plazos varían considerablemente según la localización, gravedad y cronicidad de la tendinopatía:​

  • Tendinitis agudas leves: 2-4 semanas con tratamiento adecuado.​
  • Tendinitis agudas moderadas: 6-8 semanas.​
  • Tendinopatías subagudas: 3-4 meses.​
  • Tendinopatías crónicas: 6-18 meses para recuperación completa, dependiendo del grado de degeneración estructural y de la respuesta al tratamiento. En estos casos, la mejoría sintomática puede observarse antes (a las 8-12 semanas de tratamiento intensivo), pero la regeneración completa del tendón requiere muchos más meses.​

Es crucial comprender que el dolor puede desaparecer antes de que el tendón esté completamente curado. La falta de dolor no significa que puedas retomar la actividad intensa sin riesgo; hacerlo prematuramente es una de las principales causas de recaída.​

Posibles complicaciones y factores de mal pronóstico

  • Cronificación por tratamiento inadecuado: Si la tendinitis no se trata correctamente o se continúa sobrecargando el tendón, el proceso inflamatorio agudo puede evolucionar a tendinosis crónica degenerativa, mucho más difícil de resolver.​
  • Rotura tendinosa: Un tendón debilitado por tendinosis crónica tiene mayor riesgo de rotura parcial o completa ante esfuerzos bruscos. Las roturas requieren cirugía y rehabilitación prolongada.​
  • Recurrencias frecuentes: Los pacientes que no modifican los factores desencadenantes (técnica deportiva, sobrecarga laboral, calzado) o que no fortalecen adecuadamente la musculatura periarticular presentan alto riesgo de nuevos episodios.​
  • Calcificaciones tendinosas: En tendinopatías crónicas no tratadas, especialmente del hombro, pueden formarse depósitos de calcio dentro del tendón (tendinitis calcificante), complicando el cuadro clínico y requiriendo tratamientos específicos como ondas de choque o lavado ecoguiado.​
  • Rigidez articular permanente: La inmovilización prolongada inadecuada o la falta de ejercicios de movilidad pueden provocar adherencias y pérdida de rango articular difícil de recuperar posteriormente.​
  • Respuesta inadecuada a tratamientos: Entre el 10-25% de pacientes con tendinopatías crónicas no responden satisfactoriamente al tratamiento conservador y requieren opciones más invasivas como cirugía.​

En resumen, la tendinitis tiene buen pronóstico si se aborda proactivamente combinando diagnóstico precoz, tratamiento conservador bien estructurado, fisioterapia activa, modificación de factores de riesgo y paciencia para respetar los tiempos biológicos de regeneración. En casos refractarios, las terapias regenerativas como el PRP y las ondas de choque ofrecen excelentes resultados evitando la cirugía en muchos pacientes. El compromiso del paciente con su recuperación es tan importante como la pericia del equipo médico.

Datos clave importantes

  • Los tendones se curan lentamente: El tejido tendinoso tarda entre 15 días y 6 meses en recuperarse según la gravedad de la lesión. Ten paciencia y respeta los tiempos de recuperación que te indique tu traumatólogo y fisioterapeuta; forzar la vuelta prematura a la actividad es la principal causa de recaída.​
  • El ejercicio terapéutico es tu mejor aliado: Los ejercicios isométricos y excéntricos pautados por tu fisioterapeuta son más efectivos que cualquier tratamiento pasivo. Realizarlos diariamente con constancia marca la diferencia entre una recuperación rápida y una tendinitis que se cronifica.​
  • No todas las tendinitis son iguales: Lo que comienza como inflamación aguda (tendinitis) puede evolucionar a degeneración crónica del tendón (tendinosis) si no se trata adecuadamente. Cuanto antes consultes con un especialista, mejor será el pronóstico y más sencillo el tratamiento.​
  • Las terapias regenerativas cambian el juego en casos crónicos: Si llevas meses con tendinitis que no mejora con fisioterapia y antiinflamatorios, las infiltraciones con plasma rico en plaquetas (PRP) pueden ser la solución para estimular la regeneración natural del tendón y evitar la cirugía. En Clínica Albareda Traumatología Avanzada disponemos de esta tecnología aplicada por expertos en medicina regenerativa.​

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