

Descubre qué es la tendinitis, por qué afecta a tantas personas, cómo reconocer sus síntomas, qué pruebas diagnósticas te realizaremos, cuáles son tus opciones de tratamiento y qué pronóstico puedes esperar con el abordaje correcto.
La tendinitis es la inflamación o irritación de un tendón, esa estructura fibrosa y resistente que actúa como puente entre el músculo y el hueso, permitiendo que la fuerza generada por la contracción muscular se transmita con precisión para lograr el movimiento. Imagínalo como el cable de acero de un puente colgante: resistente, flexible y diseñado para soportar tensiones constantes; pero si lo sometes a cargas excesivas, movimientos repetitivos o desgaste progresivo, ese cable puede empezar a deshilacharse, inflamarse y perder su capacidad de trabajo.
Aunque tradicionalmente se ha empleado el término "tendinitis" (que implica inflamación activa), la ciencia actual reconoce que muchas lesiones tendinosas crónicas presentan degeneración del tejido sin inflamación significativa, lo que se denomina tendinosis. De hecho, el término más apropiado y abarcador es tendinopatía, que engloba tanto los procesos inflamatorios agudos como las alteraciones degenerativas crónicas. En la práctica clínica traumatológica, sin embargo, seguimos hablando de tendinitis cuando nos referimos a cuadros que cursan con dolor, hinchazón y limitación funcional del tendón afectado.
Este problema musculoesquelético tiene una incidencia del 30-50% en la población general, siendo especialmente frecuente en deportistas, trabajadores con movimientos repetitivos y personas mayores de 40 años. Los tendones más comúnmente afectados son el manguito rotador del hombro, el tendón rotuliano de la rodilla, el tendón de Aquiles, los epicondíleos del codo (codo de tenista) y los tendones de la muñeca.
La tendinitis no surge de la nada. Es el resultado de una combinación de factores controlables y no controlables que predisponen al tendón a sufrir microtraumatismos y degeneración progresiva.
Los síntomas de la tendinitis varían según la fase (aguda o crónica) y la localización, pero comparten características comunes que permiten sospechar el diagnóstico.
El diagnóstico de la tendinitis es fundamentalmente clínico, basándose en una historia detallada y una exploración física meticulosa. Sin embargo, las técnicas de imagen complementan y confirman el diagnóstico, ayudando a descartar otras patologías y a planificar el tratamiento más adecuado.
Durante la consulta traumatológica se realiza una anamnesis exhaustiva que incluye características del dolor (localización, intensidad, evolución temporal), factores desencadenantes (actividad deportiva, laboral), antecedentes médicos relevantes (diabetes, artritis, medicamentos) y síntomas asociados. La exploración física valora la sensibilidad a la palpación del tendón, el rango de movilidad articular, la presencia de inflamación visible y la respuesta al movimiento contra resistencia.
Ecografía musculoesquelética: Es la técnica de elección inicial para el diagnóstico de tendinopatías por su alta precisión, dinamismo, rapidez y coste-efectividad. Permite evaluar el tendón en tiempo real durante el movimiento, identificando áreas de hipoecogenicidad (zonas de degeneración), pérdida del patrón fibrilar normal, engrosamiento del tendón, calcificaciones, roturas parciales y neovascularización patológica mediante estudio Doppler color. La ecografía alcanza resultados diagnósticos equiparables a la resonancia magnética con un coste mucho menor.
Resonancia Magnética (RM): Proporciona una visión anatómica completa con excelente contraste de tejidos blandos, siendo especialmente útil en casos complejos, cuando se sospecha afectación de estructuras adyacentes (cartílago, ligamentos, bursa) o cuando la ecografía no es concluyente. La RM permite estadificar el grado de degeneración tendinosa y planificar estrategias quirúrgicas si fuera necesario.
Radiografía simple: Aunque no visualiza directamente los tendones, resulta útil para descartar otras causas de dolor como espolones óseos, artritis, fracturas o tendinitis calcificantes (depósitos de calcio en el tendón). La radiografía es rápida, económica y debe ser la primera exploración ante dolor articular.
La elección de una u otra técnica depende de la localización, gravedad sospechada, disponibilidad tecnológica y necesidad de guía para procedimientos terapéuticos (infiltraciones, punciones).
El tratamiento de la tendinitis persigue tres objetivos principales: controlar el dolor, reducir la inflamación (si está presente) y restaurar la función óptima del tendón. La selección del tratamiento depende de múltiples factores: fase evolutiva (aguda o crónica), gravedad de la lesión, grado de limitación funcional, respuesta a tratamientos previos y características individuales del paciente (edad, nivel de actividad, expectativas, comorbilidades).
El abordaje terapéutico debe ser secuencial y personalizado, comenzando siempre por medidas conservadoras y reservando las opciones más invasivas para casos refractarios. A continuación, detallamos las principales estrategias terapéuticas disponibles actualmente.
En la fase aguda (primeras 48-72 horas), el objetivo es controlar la inflamación y el dolor mediante reposo relativo, aplicación de frío local durante 15-20 minutos cada 2-3 horas (envuelto en paño para evitar quemaduras cutáneas) e inmovilización temporal con vendajes, ortesis o férulas si el dolor es muy intenso. El frío reduce la velocidad de conducción nerviosa, disminuye la activación de receptores del dolor y limita la respuesta inflamatoria inicial.
Es fundamental evitar el reposo absoluto prolongado, ya que la inmovilización total puede ser contraproducente, provocando rigidez, atrofia muscular y debilitamiento del tendón. El concepto actual es el de "reposo activo": evitar actividades que agraven el dolor, pero mantener movimientos suaves y controlados que estimulen la circulación sin sobrecargar el tendón.
Tras la fase inicial, en lesiones subagudas y crónicas, la aplicación de calor resulta más beneficiosa que el frío, ya que aumenta el flujo sanguíneo, relaja la musculatura circundante, reduce el tono muscular excesivo y favorece la nutrición y regeneración del tejido tendinoso. Se aplica mediante bolsas de agua caliente, compresas térmicas o toallas calientes durante 15-20 minutos, siempre cuidando que la zona no esté inflamada o enrojecida.
La modificación de la actividad es esencial: identificar y corregir gestos deportivos inadecuados, mejorar la ergonomía laboral, utilizar calzado apropiado, introducir periodos de descanso en actividades repetitivas y evitar superficies de entrenamiento excesivamente duras.
Los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco o aspirina han sido tradicionalmente empleados para aliviar el dolor y reducir la inflamación en tendinitis agudas. Su mecanismo de acción inhibe las enzimas ciclooxigenasas (COX-1 y COX-2), bloqueando la síntesis de prostaglandinas responsables de la respuesta inflamatoria y el dolor.
Sin embargo, la evidencia científica actual cuestiona su eficacia en tendinopatías crónicas y advierte que su uso prolongado puede retrasar la curación definitiva del tendón. Los AINEs proporcionan alivio sintomático temporal del dolor, pero no actúan sobre el proceso degenerativo subyacente; además, su efecto analgésico puede enmascarar los síntomas iniciales, permitiendo al paciente seguir sobrecargando el tendón e imponiéndole daños adicionales. En tendinosis crónicas, donde no existe inflamación activa sino degeneración del tejido, el uso de antiinflamatorios carece de fundamento fisiopatológico.
Por tanto, los AINEs deben reservarse para fases agudas de corta duración (5-7 días), combinados con modificación de la actividad y bajo supervisión médica, considerando posibles efectos adversos gastrointestinales, cardiovasculares y renales. En tendinopatías crónicas es preferible centrar el tratamiento en fisioterapia, ejercicio terapéutico y técnicas regenerativas.
Los analgésicos simples como el paracetamol pueden emplearse para controlar el dolor sin acción antiinflamatoria, siendo una opción segura cuando el componente doloroso predomina sobre la inflamación.
La fisioterapia constituye el pilar fundamental del tratamiento conservador de las tendinopatías, siendo la opción más respaldada por la evidencia científica actual. El fisioterapeuta especializado diseña un programa de ejercicio terapéutico progresivo adaptado a cada paciente, estructurado en fases secuenciales según la evolución clínica.
Las infiltraciones ecoguiadas son inyecciones precisas de sustancias terapéuticas directamente en el tendón lesionado o en las estructuras peritendinosas, realizadas bajo control ecográfico para garantizar la exactitud del procedimiento.
Infiltraciones con corticoides: Los corticosteroides (cortisona, triamcinolona, betametasona) son potentes antiinflamatorios que proporcionan alivio rápido del dolor en fases agudas muy sintomáticas. Se diluyen habitualmente con anestésico local en proporción 1:1 para reducir el dolor durante la inyección. Su principal indicación es controlar episodios de dolor intenso que no responden a tratamiento conservador, permitiendo al paciente iniciar fisioterapia con menos molestias.
Sin embargo, los corticoides tienen limitaciones importantes: efectos transitorios (el alivio dura semanas o meses), posible aumento temporal del dolor en las primeras 48 horas post-infiltración, riesgo de debilitamiento y rotura tendinosa con infiltraciones repetidas (especialmente si se inyectan intratendinosamente), atrofia cutánea, hipopigmentación local, elevación transitoria de glucemia en diabéticos y artritis por microcristales de corticoide (1-3% de casos). Por estas razones, se limita su uso a 1-2 infiltraciones por zona, espaciadas al menos 6-8 semanas, y siempre combinadas con fisioterapia.
Los estudios muestran que las infiltraciones con corticoides logran un éxito a corto plazo (reducción ≥3 puntos en escala EVA del dolor) en el 78,6% de pacientes, pero la efectividad disminuye progresivamente: 73,3% a los 6 meses, 64,6% al año y 56,5% a los 2 años. Las complicaciones son poco frecuentes (5,5% en series amplias), siendo las más importantes la infección (1,2%) y la rotura tendinosa (0,3%).
Infiltraciones con ácido hialurónico: El ácido hialurónico de alto peso molecular tiene propiedades viscoelásticas que mejoran la lubricación del tendón, reducen la fricción con estructuras adyacentes, favorecen la hidratación del tejido y estimulan la síntesis de colágeno. Aunque la evidencia sobre su eficacia en tendinopatías es más limitada que en artrosis, algunos estudios reportan buenos resultados en tendinitis crónicas.
Los tratamientos biológicos regenerativos representan una revolución en el manejo de las tendinopatías crónicas, utilizando la capacidad natural del organismo para reparar tejidos dañados mediante la aplicación de factores de crecimiento y células con potencial regenerativo.
Plasma Rico en Plaquetas (PRP): Es la terapia regenerativa más estudiada y aplicada en traumatología. El PRP se obtiene mediante extracción de sangre del propio paciente, centrifugación para concentrar las plaquetas (que contienen los factores de crecimiento en sus gránulos alfa) y activación mediante cloruro cálcico para liberar dichos factores. Los principales factores de crecimiento presentes son: factor de crecimiento derivado de plaquetas (PDGF), factor transformante beta (TGF-β), factor de crecimiento fibroblástico (FGF), factor de crecimiento endotelial vascular (VEGF) y factor de crecimiento epidérmico (EGF).
Estos factores actúan estimulando la proliferación de tenocitos (células del tendón), incrementando la síntesis de colágeno tipo I y III, promoviendo la formación de nuevos vasos sanguíneos (neoangiogénesis), modulando la respuesta inflamatoria hacia un perfil regenerativo y acelerando la remodelación de la matriz extracelular. La infiltración se realiza bajo control ecográfico para garantizar la precisión, pudiendo aplicarse intratendinosamente en el foco de lesión o peritendinosamente según el caso.
Los estudios clínicos demuestran que el PRP acelera la curación natural del tendón, reduce el dolor de manera duradera (tratando la causa y no solo el síntoma), puede evitar la cirugía en tendinopatías crónicas resistentes a tratamiento convencional, tiene escaso riesgo de complicaciones por su naturaleza autóloga y permite una recuperación rápida sin necesidad de hospitalización. El número de sesiones varía según la gravedad (habitualmente 1-3 infiltraciones separadas 3-4 semanas).
En Clínica Albareda Traumatología Avanzada disponemos de tecnología de vanguardia para la preparación y aplicación de PRP en tendinopatías refractarias, realizando infiltraciones ecoguiadas con precisión milimétrica por especialistas con amplia experiencia en medicina regenerativa. Esta técnica resulta especialmente eficaz en tendinitis crónicas de hombro (manguito rotador), codo (epicondilitis), rodilla (rotuliana), cadera (glúteo medio, trocánter) y tobillo (Aquiles).
La combinación de PRP con fisioterapia especializada potencia los resultados, ya que el ejercicio terapéutico guiado estimula al tendón regenerado a organizarse funcionalmente y ganar resistencia progresiva. En casos seleccionados, pueden combinarse infiltraciones de PRP con otras modalidades (ondas de choque, electrolisis percutánea) para optimizar la regeneración tisular.
La terapia con ondas de choque extracorpóreas consiste en la aplicación de pulsos acústicos de alta energía sobre el tendón lesionado para estimular su regeneración. Las ondas de choque aumentan el metabolismo celular, promueven la formación de nuevos vasos sanguíneos, estimulan la síntesis de colágeno, disuelven calcificaciones tendinosas y generan un efecto analgésico mediante la hiperestimulación de receptores del dolor.
Existen dos tipos principales: ondas radiales (menor energía, haz superficial en abanico, penetración hasta 40-45 mm, bien toleradas) y ondas focales (mayor energía, haz puntual profundo hasta 120 mm, más potentes pero pueden requerir anestesia local). La elección depende de la localización y profundidad de la lesión.
La aplicación es sencilla: el fisioterapeuta o traumatólogo localiza por palpación y/o ecografía el área lesionada, aplica gel conductor, posiciona el aplicador y administra un número determinado de disparos según protocolo. Habitualmente se requieren 3-5 sesiones con frecuencia semanal, cada una de 5-10 minutos.
Las ondas de choque son especialmente eficaces en tendinopatías calcificantes (hombro, rodilla), fascitis plantar, epicondilitis, tendinitis rotuliana y tendinopatía aquílea. Los estudios reportan tasas de éxito del 85-90% en mejoría del dolor y funcionalidad. Entre sus ventajas destacan: tratamiento no invasivo, sin necesidad de anestesia general ni incisiones, recuperación inmediata (el paciente puede irse caminando tras la sesión), efectos desde la primera aplicación y evitación de cirugía en muchos casos.
Las ondas de choque no pueden aplicarse durante crisis de dolor agudo intenso (provocarían dolor excesivo), están contraindicadas en embarazo, sobre zonas con infección activa, trombosis o tumores, y pueden causar molestia temporal durante la sesión. En Clínica Albareda empleamos ondas de choque radiales y focales de última generación para el tratamiento de tendinopatías rebeldes y calcificaciones tendinosas, logrando excelentes resultados.
El tratamiento quirúrgico se reserva para tendinopatías crónicas que no responden a tratamiento conservador bien realizado durante al menos 3-6 meses, casos con rotura tendinosa completa, tendinosis severa con degeneración extensa del tejido o tendinopatías calcificantes sintomáticas refractarias. Se estima que entre el 25-45% de pacientes con tendinopatías crónicas eventualmente requieren cirugía.
Las técnicas quirúrgicas incluyen: tenotomías percutáneas (mínimamente invasivas mediante pequeñas incisiones), tenoscopia (artroscopia del tendón), tenosinovectomía (resección de la vaina inflamada), desbridamiento del tejido degenerado, reparación directa del tendón en roturas parciales y reconstrucción tendinosa en casos de pérdida extensa de tejido. La cirugía artroscópica (mínimamente invasiva) con 2-3 pequeños portales de medio centímetro permite una recuperación más rápida y menos dolorosa que la cirugía abierta tradicional.
Tras la intervención, es imprescindible un programa de rehabilitación postoperatoria supervisado para optimizar los resultados y evitar complicaciones. En Clínica Albareda, nuestro equipo quirúrgico emplea técnicas artroscópicas de vanguardia, y contamos con unidad de rehabilitación integrada para acompañarte en todo el proceso de recuperación.
El abordaje óptimo de las tendinopatías es multimodal y secuencial, combinando diferentes terapias según la fase evolutiva y la respuesta individual. Un protocolo típico podría estructurarse así:
La personalización del tratamiento es fundamental: deportistas de élite pueden beneficiarse de infiltraciones regenerativas más precoces para acelerar el retorno a la competición; pacientes mayores con comorbilidades pueden requerir estrategias más conservadoras; trabajadores con demandas laborales específicas necesitan adaptaciones ergonómicas y ejercicios funcionales orientados a sus tareas. El éxito terapéutico depende tanto de la correcta selección de tratamientos como del compromiso activo del paciente con la modificación de hábitos, adherencia al programa de ejercicios y paciencia durante el proceso de regeneración tendinosa.
El pronóstico de la tendinitis es generalmente favorable cuando se diagnostica y trata adecuadamente en fases tempranas. La mayoría de los pacientes experimentan mejoría significativa del dolor y recuperación funcional satisfactoria con tratamiento conservador bien conducido.
Los plazos varían considerablemente según la localización, gravedad y cronicidad de la tendinopatía:
Es crucial comprender que el dolor puede desaparecer antes de que el tendón esté completamente curado. La falta de dolor no significa que puedas retomar la actividad intensa sin riesgo; hacerlo prematuramente es una de las principales causas de recaída.
En resumen, la tendinitis tiene buen pronóstico si se aborda proactivamente combinando diagnóstico precoz, tratamiento conservador bien estructurado, fisioterapia activa, modificación de factores de riesgo y paciencia para respetar los tiempos biológicos de regeneración. En casos refractarios, las terapias regenerativas como el PRP y las ondas de choque ofrecen excelentes resultados evitando la cirugía en muchos pacientes. El compromiso del paciente con su recuperación es tan importante como la pericia del equipo médico.


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